Me resulta complejo externar mis sentimientos y pensamientos sobre las personas que más quiero, ya que realmente se siente como algo gigante dentro de mi pecho, es como si no pudiera salir a través de mi garganta, pero intentaré hablar sobre una de esas personas especiales, en esta oportunidad me nace hablar sobre mi amigo Mako.

Nos conocimos aproximadamente a finales de 2021 de una forma algo caótica, igual favoreció a que acabaramos charlando debido a esta situación y con espontaneidad nuestra amistad se fue construyendo, de repente nos encontramos charlando sobre temas profundos, nuestros miedos, pijamadas donde intercambiamos secretos, criticar a personas que nos hicieron daño, apoyarnos, muchas risas, muchas lágrimas, vulnerabilidad y honestidad, comprensión e intentar respetar las diferentes opiniones que surgieron entre ambos, dar a conocer continuamente los límites de cada uno (seguramente continuaremos trabajando en ello, a medida evolucionemos como personas). Para mí, mi amigo es como un sol, un girasol, una gran flor naranja de pétalos dramático y bastante saturados, también es el color amarillo, el color verde y las ranas; el olor de los crayones de colores, un hombro para reposar en la madrugada, el arte urbano de una ciudad que no es la mía. Cuando lo veo sé que me voy a reír pero no lo espero, también sé que si le incomoda algo de mí o viceversa existe el espacio de confianza para charlarlo. Pienso en varios de sus matices cuando recuerdo su rostro y en ojalá poder descubrir o presenciar nuevas partes de él que me recuerden a nuevas sensaciones. Pienso en que hubiésemos sido muy felices de conocernos y ser buenos amigos de niños, redescubriendo insectos, imaginado, dibujando y creando historias.