Cuenta una voz distorsionada que me atrapó el sentido de libertad estos últimos días, mi naturaleza nómade cuando derramo la poca presencia que tengo para ofrecer. Pero sé quién sos, hoy podés compartir esas vergüenzas conmigo.

¿Desaparecí o me oculté para que específicamente vos no me leas? Por ahí lo adivinás en privado.

Una versión de mi pasado, un tanto ingenua, solía considerar a esta palabra como el epítome de la adoración. La transparencia detrás de una caricia matutina, un mechón revoltoso por la manía de madrugada. Mirá lo que traés a mí con un solo adjetivo. Te agradezco.

¿Norte o sur? Estoy jodiendo, me es indiferente mientras la conexión —carnal o emocional— sea genuina y pueda marinar nuestra fluidez.

Polvo fuimos, polvo seremos. Podés apelar al régimen bíblico o científico, pero ahora plantás un nuevo temor en mi cabeza. Si se cae, espero que sea mientras duermo con mi felina en brazos. No pido mucho más. De paso, que reviente con fuerza.

Yo siendo bonita no es parte de un desvarío, me parece que no entendiste la consigna. Piense de nuevo.

Primero amenazás con el acechamiento de cierto animal —un tanto agresivo— y después brindás la oportunidad de un intercambio nocturno —a causa del desvelo—. Qué contradictorio. Me agradás. Espero un acercamiento más confuso todavía.

A ser fuerte, ¿no?

Podría adiestrar a un lobo para que me brindara calidez en invierno. Por favor, no dudés de mis capacidades de persuasión.

Twink de mierda.

Un último indicio y mirá que no soy de desistir ante la adversidad, pero acá me la ponés difícil.

Y me dejás aún más confundida. Si nace en tu intención, podés acercarte. Si me extrañás es porque me conocés y no soy reacia a los reencuentros cuando valen la pena.

Un indicio a tu elección. A mí la curiosidad me carcome, cualquiera que me conoce está al tanto de ello. No me hagas sufrir.

Inicial y podés respirar en paz.

¿Pedir un indicio es mucho?