¿sabes? eres como los jazmines; no solo porque es algo que suelen decirte o porque sé que te agrada, sino porque me recuerdas a ellos en una noche cálida: puro, delicado y, al mismo tiempo, poseedor de una intensidad que embriaga los sentidos; cada vez que te observo no puedo evitar pensar que la naturaleza encontró en ti una forma de superar su propia perfección

tus rasgos tienen una suavidad imposible, como si el mundo hubiera conspirado para esculpir cada detalle con precisión divina, tan delicados como los pétalos de una magnolia, hechos de seda; y tus ojos no reflejan el brillo de la luna como lo hacen las flores al anochecer, pero poseen una profundidad que invita a perderse, que me invita a descifrar cada parte de ti

cuando estás cerca el aire parece impregnarse de un aroma que imagino dulce y cautivador, como el perfume de una gardenia que llena las noches de verano; mirarte es como respirar ese perfume, un acto que aunque efímero se graba en mi alma; y tu sonrisa, si acaso me la regalas, si un día es solo mía, tiene algo tan encantador como la forma en que las flores se despliegan tímidas al caer la tarde, regalando su magia sin pedir nada a cambio

admirarte es inevitable, al igual que los jazmines, no necesitas alarde para ser extraordinario, simplemente existes y eso basta para mantenerme completamente vulnerable por ti