Eran de aquellas noches junto a la chimenea y un libro en mano. Las luces fueron apagadas y sólo el nítido calor de la luz que procedía a salir de los troncos al quemarse eran responsables de abrazarme e iluminar mi noche. El silencio era comodidad. Son de esos momentos en los que detesto la noche y la abrazadora noche, donde me falta el aliento, donde quiero respirar y volverme a sentir con vida, donde quiero que mis sueños se vuelvan realidad y estés en piel y carne viva aquí. No quiero estar sola, quiero que estés aquí, ven, te necesito. ¿Por qué está tan oscuro en donde no estás? Escucha el latido de mi corazón te está llamando cada vez más, te llama a gritos. Dentro de la oscuridad de mi habitación, aunque no estés tu brillo se presta, hasta en un perfecto recuerdo brilla intensamente entre las cuatro paredes de mi habitación. Esta noche la bella luna brilla más, brillante en los lugares vacíos de mis recuerdos, intentantando alumbrar pero ni su propia luz blanca lo hace como la tuya. Ven y sálvame de mi locura, ven y quítame las ganas de verte, abrazarte y besarte. Deja que mis ojos se deleiten con tu ser, que mi cuerpo sienta tu cálidez. Por favor, alza tu voz, así puedo escucharla reír otra vez y resonar entre el lugar. Gracias por hacer esto por mí, por ayudarme a volar, por darme alas, por despertarme de ser sofocado, por despertarme de mí sueño, que era en todo en lo que vivía y sentía morir; cuando pienso en ti el sol sale, así que dejé de lado toda la tristeza. Gracias por llegar a ser un "nosotros".