Yo miré aquella flor roja florecer, de ser un capullo a convertirse en una maravilla visual, la miré pasar por el invierno donde moría de tristeza y frialdad, llegó la primavera y sentía emoción por encontrar aquéllos sentimientos de amor que otras flores alguna vez le contaron, llegó el verano y seguía esperando bajo el sol, una especie la miró pensando que era hermosa y perfecta para su querida, una vez que intentó tomarla se pinchó la extremidad fue entonces donde molesto por el dolor la soltó y se fue dejándola atrás olvidándose de que ella también era una vida. La flor se quedó sola y triste, pasó el otoño frente a ella poco a poco ella se iba marchitando, sabiendo que sus espinas lastimarían a cualquiera que intentase tomarla, sabiendo que su mayor defecto éstas serían. Desde mi ventana la miraba llorar bajo la lluvia, abrigarse a sí misma a través del viento y fingir ser feliz cuando el sol cubría sus pétalos, fui capaz de conocerla a distancia mientras ella bailaba era cuando más me encantaba pues sus danzas eran únicas a su ser, eran el reflejo de esa flor. Un día mientras caminaba por la avenida ella seguía viva mirando al cielo anhelando ser deseada así como las demás que ya no estaban, sin pensarlo, acaricie sus suaves pétalos, observé sus espinas y la tomé, nunca había sido la flor que aquél espécimen sino mía, era mi flor, fui yo quien la miró marchitar y la acarició cuando sufrió; así como esa flor que tomé sin pensar, eres la vida que pensé no encontrar, en otras palabras, eres la flor que deseo acariciar sus espinas.